El Gateo en el Desarrollo Oculomotor

Por Alba Rodríguez Gutiérrez
Óptico-Optometrista y alumna del Máster en Optometría Clínica y Terapia Visual de SAERA
Tutora: Dra. Nerea Ortega Castro

RESUMEN

 

En los últimos años se ha incidido en si el gateo es necesario para el correcto desarrollo del niño, y si la ausencia de éste puede generar una afectación a nivel motor y, en consecuencia, afectar en un futuro en el rendimiento visual, influyendo, por tanto, en el rendimiento académico del niño. Lo que se intenta con este trabajo es recopilar información que determine la necesidad del gateo o no para mejorar las capacidades del niño. El objetivo de este trabajo es encontrar una relación entre la ausencia de gateo en el bebé y la aparición de posibles alteraciones oculomotoras que afectarían al niño en su desarrollo visual, las cuales podrían suponer limitaciones en la etapa lectiva. A través de los resultados no se ha podido establecer una relación directa de la existencia de disfunciones oculomotoras por la ausencia de gateo. Por otro lado, sí hay evidencia de que el gateo influye de manera positiva en la coordinación ojo-mano y otras habilidades perceptuales.

 

Palabras clave: Gateo, desarrollo oculomotor, psicomotricidad, cognición, percepción, terapia visual, sistema visual, sentidos, aprendizaje, lectura.

 

1. INTRODUCCIÓN

 

Cada vez la exigencia visual es mayor, tanto en la etapa lectiva como en la laboral. Gran parte de la información se recibe a través de los ojos, y por ello, su correcto funcionamiento es imprescindible para aprender de manera eficaz. El proceso de desarrollo visual se produce desde la primera infancia, pero no sólo es la agudeza visual de la que depende un funcionamiento adecuado de nuestra visión; existen otros procesos cognitivos y perceptuales que influyen en el aprendizaje, como son la atención, la memoria visual, la coordinación ojo-mano, los movimientos oculomotores, etc.

 

La correlación de estas capacidades hace que nos planteemos si el gateo, que es una de las primeras habilidades motoras del ser humano, es un proceso necesario para el correcto desempeño de las funciones visuales, y si la ausencia de éste genera alguna deficiencia a nivel oculomotor que pueda influir en un futuro en la etapa lectiva.

 

Además, la detección a tiempo de estas disfunciones va a permitir mejorar las capacidades visuales con terapia visual, ayudando a mejorar el rendimiento y disminuir los síntomas asociados.

Los sentidos son una parte fundamental de nuestra vida y de nuestro día a día. Se trata de la vista, oído, olfato, gusto y tacto. Los órganos sensoriales perciben estímulos que son procesados y son lo que nos permite ver, escuchar, oler, saborear y sentir lo que tocamos. Los sentidos se desarrollan incluso antes del nacimiento y gracias a ellos podemos comunicarnos con otras personas y seres vivos.

 

El tacto comienza a desarrollarse a partir de la 7ª semana y alrededor del 5º mes, el feto tiene una sensibilidad similar a la de un niño de un año (Benalcázar y Bermeo, 2015). Éste puede sentir las caricias de la madre desde el vientre y reaccionar a ellas.

 

El oído es uno de los sentidos que los bebés tienen más desarrollados, ya que en el vientre son capaces de recibir estímulos auditivos, aunque de manera más leve, de hecho, según Chamberlain (1998), es a partir de la semana 20 de gestación cuando comienza a funcionar el sentido del oído. Son capaces de oír el latido del corazón de la madre, su voz, e incluso sonidos del exterior (Benalcázar y Bermeo, 2015). Son los sonidos suaves y la voz de sus padres lo que los calma, aunque nos son capaces de localizar el origen del sonido cuando nacen.

 

El olfato también va desarrollándose durante la gestación, de tal manera que en el nacimiento es el sentido más desarrollado. El olor se procesa en la misma área en el que se encuentra la memoria, por lo que al percibir un olor podemos asociar o recordar ciertas situaciones vividas. Pueden reconocer a su madre solamente con el olor e incluso el olor de la leche materna; y rechazar los olores demasiado fuertes. Además, el sentido del olor y del gusto están muy relacionados (Sarmiento, 2019).

 

Chamberlain (1998) también menciona que el sentido del gusto comienza a funcionar a partir de la 14ª semana de gestación. Aunque hasta que no nazca no ingerirá ningún alimento, en el vientre materno los bebés son capaces de percibir los sabores de los alimentos que ingiere la madre (Benalcázar y Bermeo, 2015).

 

La vista se encarga de percibir luz a través del ojo. Este sentido se va desarrollando durante el embarazo y es a partir de las 20 semanas cuando los bebés empiezan a percibir luz y a responder a ese estímulo, aunque es uno de los sentidos que más se tiene que desarrollar al nacer. Hacia las 30 semanas, abren los ojos y los parpados han terminado de formarse (Benalcázar y Bermeo, 2015).

 

Los estímulos que percibe el embrión en el vientre son fundamentales para favorecer el desarrollo sensorial. Son esos sentidos los que sirven de base para que el niño alcance un correcto desarrollo, tanto a nivel cognitivo como motor (Córdoba, 2018).

 

La luz que recibimos incide en la retina, donde los fotorreceptores reciben esta información convirtiéndola en una imagen; comenzando la primera parte del procesamiento de la información.

 

Los fotorreceptores convierten la imagen en impulsos eléctricos y a través del nervio óptico las células ganglionares mandan esos impulsos a la corteza cerebral para su correcta interpretación; por lo que la visión abarca funciones más allá de lo que recibimos a través del ojo, puesto que influyen también las funciones neurológicas, motoras, sensoriales y cognitivas (Albá y Barroso, 2019).

 

La capacidad de integración sensorial, como la respiración o los latidos del corazón, es un proceso automático. Cuando existe un problema en el procesamiento sensorial, es debido a una incorrecta integración de las sensaciones, tanto internas como externas a nivel cerebral, y esto puede suponer que, aunque un niño reciba gran cantidad de estímulos, no consiga realizar ciertas tareas de la vida diaria. Las causas pueden ser genéticas, ambientales o por privación de estimulación sensorial. Muchas veces no es fácil detectar un problema de integración sensorial, lo cual tiene gran transcendencia en el desarrollo natural del niño (Moya y Matesanz, 2012).

 

En su libro, la neuropsicóloga Goddard (2015), comenta que gatear y arrastrarse ayudan a los sistemas vestibulares a incrementar la integración sensorial. Mientras gatea, el niño desarrolla el equilibrio, la sensación espacial y de profundidad. Además, gracias a la sincronización del movimiento, y con la visión y los sentidos, los niños consiguen recibir más información del entorno que les rodea.

 

Tal y como define Neisser (1967), psicólogo conocido como “el padre de la psicología cognitiva”, los procesos cognitivos son un conjunto de procesos a través de los cuales la información sensorial que entra en nuestro cerebro (input), es transformada, reducida, elaborada, almacenada, recordada o utilizada. Otra definición de cognición es “el conjunto de procesos a partir de los cuales se adquiere información a través de los sentidos y del aprendizaje, se analiza, se envía a los centros corticales apropiados, se organiza y almacena la memoria para consulta futura y se utiliza en la resolución de problemas” (Zahler y Carr, 2008). Lo que se conoce como cognición es la habilidad de procesar la información en base a nuestra percepción y experiencia. Esta percepción es la clave para que se desarrollen los procesos cognitivos simples (atención, memoria y aprendizaje) y complejos (lenguaje, pensamiento e inteligencia), (Albá y Barroso, 2019).

 

Como cada vez tenemos más información sobre el procesamiento de la información y sobre la integración sensorial, han aparecido técnicas que intentan mejorar los procesos cognitivos del recién nacido. Una de ellas es la estimulación temprana, mediante la cual se quiere conseguir la mayor eficiencia de nuestras habilidades cerebrales. La estimulación temprana se trata de una estimulación sensorial, mediante la cual se busca conseguir el mayor rendimiento tanto a nivel motor, neurológico, cognitivo y del lenguaje del niño. Con esto se intenta mejorar el desarrollo y el aprendizaje para el futuro (Bonnier, 2008).

Como se ha visto anteriormente, la formación del sistema visual del niño y de sus estructuras comienza en el vientre, aunque aún le queda mucho por desarrollar a partir del nacimiento. El sistema visual durante las primeras semanas de vida es muy primitivo, el bebé sólo percibe luz en el momento de nacer y utiliza la retina periférica para percibir el movimiento. El campo visual es de unos 20-30º durante el primer mes y puede ver objetos a unos 20-30 cm, pero no tiene capacidad de acomodar ni de converger, ni tampoco estereopsis ni percepción del color (Goddé-Jolly, 1992).

 

Aproximadamente a partir del segundo mes, el bebé ya es capaz de acomodar y aparece la fijación central. También puede realizar seguimientos suaves con la mirada, y en esta época de su vida ya cuenta con el 50% del campo visual. Entre los 4 y los 6 meses de edad, el sistema visual comienza a ser más completo y los movimientos oculares son más precisos, consiguiendo mayor estabilidad en los movimientos sacádicos. Es entonces cuando ya pueden diferenciar colores, y aparecen la estereopsis, la sensibilidad al contraste y la capacidad de converger. En este momento, los bebés poseen un campo visual del 75% (Goddé-Jolly, 1992).

 

En cuanto a la conducta motriz, en el momento en el que nace el bebé depende en su totalidad de un adulto, aunque poco a poco va a ir desarrollando habilidades para conseguir su propia autonomía, empezando por mover la cabeza y ladearse. De los 2 a los 5 meses, levanta la cabeza y se incorpora, levantando el pecho y apoyándose en los antebrazos. A partir de los cinco meses, los bebés se sientan solos y pueden mantenerse erguidos jugando; y también se empiezan a arrastrar; cogiendo fuerza en las extremidades para pasar a la siguiente fase, que es la del gateo (González Díaz-Obregón, 2011).

Según la Organización Mundial de la Salud (WHO Multicentre Geowth Reference Study Group, 2006), “gatear es uno de los seis hitos motores fundamentales para aprender a caminar”. Tisalema (2014) define el acto de gatear como el primer movimiento armónico que consta en cuatro apoyos y coordinación, y que, para su ejecución, participan la cabeza y las extremidades superiores e inferiores.

 

El gateo supone una de las primeras acciones motoras que el bebé lleva a cabo desde su nacimiento. Influye en el desarrollo psicomotor en las que la lateralidad, el esquema corporal y el equilibrio en la que van a participar varias áreas del cerebro, y contribuirán a una correcta formación, tanto a nivel visual como neurológico (Delgado y Contreras, 2010). Mediante el gateo, el bebé puede conocer el mundo que le rodea, ya que le permite acercarse a observar objetos que le llamen la atención, y así aprender mediante su propia experiencia. Mediante el gateo se integran habilidades motoras y de coordinación, lo cual permite la conexión entre hemisferios cerebrales y ayuda al desarrollo de las funciones cognitivas (Morales y Rincón, 2016).

 

Los bebés tienen instinto de rastreo desde su nacimiento, aunque la movilidad se retrasa hasta que sus extremidades tienen la suficiente fuerza como para servir de soporte (Cimbiz y Bayazit, 2005). No está definida la edad exacta a la que el bebé comienza a gatear, pero suele hacerlo a partir de los 6 meses. Esto depende de cada niño; hay niños que empiezan a los 8 meses o al año, y otros que nunca pasan por esta etapa del desarrollo y pasan a caminar sin haber gateado previamente. Gómez, Pulido y Fiz (2015) exponen que el 20% de los niños en España no realizan el acto de gatear.

 

En muchos casos son los padres, y la prisa que tienen por ver a su hijo crecer y ver un desarrollo temprano, lo que hace que el bebé nunca llegue a gatear. Entre otros motivos, también están los andadores; que interfieren en el desarrollo motor del niño. De Ávila y Castro (2005) realizaron un estudio sobre el inicio de la marcha relacionado con andadores, en el que exponen que el 68% de los participantes lo utilizaron.

 

Además de los trastornos que pueden ocasionar a nivel de desarrollo, también hay que añadir los daños que pueden provocar debido a accidentes, ya que, según la Academia Americana de Pediatría (AAP, 2001), se estima que aproximadamente 8800 niños menores de 15 meses fueron tratados en los hospitales de Estados Unidos debido a lesiones ocasionadas por accidentes relacionados con andadores, incluso llegando a provocar el fallecimiento de 34 niños entre los años 1973 y 1998. Es por esto, y porque la AAP considera que los andadores no sólo no ayudan a que los niños aprendan a andar y pueden producir retrasos en el desarrollo motor y cognitivo; que, desde hace años, esta Asociación solicita la prohibición de los andadores. Algunos países como Canadá ya han prohibido su uso. Un estudio realizado por Kara, S. Yilmaz, A. E. Gümüş, D. et al. (2013) concluye que el 63.7% de los pediatras encuestados no recomiendan el uso de andadores.

La cognición visual está formada aquellos procesos que se involucran en el análisis de la escena visual y gracias a los cuales actuamos en consecuencia; aunque también nos influyen las experiencias vividas, y éstas son las que nos permiten entender lo que vemos. (Albà y Barroso, 2019)

La percepción es la capacidad de interpretar toda la información que recibimos a través de los sentidos. En este proceso se requiere atención, lo cual nos va a ayudar a seleccionar la información que nos interesa y que es relevante. Pasa algo parecido entre la atención y la memoria, ya que ésta última surge a raíz de la atención prestada frente a una información que se nos presenta. (Merchán y Henao, 2011).

 

La percepción visual resulta de recibir estímulos de luz a través de los ojos, que son procesados e interpretados con el fin de dar una respuesta o crear una experiencia. La percepción visual está unida a las capacidades visuoespaciales y visomotoras; y de lo cual dependerá, junto a la memoria visual, el correcto desarrollo del niño.

Garzia (1996) clasifica la percepción visual de la siguiente manera:

 

1.5.1  Visuoespaciales

 

Son las habilidades que posibilitan la interacción con el entorno, así como el tener una referencia espacial y localizar objetos.

  •  
  • Lateralidad: Según la Real Academia Española (RAE) es la preferencia espontánea en el uso de los órganos situados al lado derecho o izquierdo del cuerpo, como los brazos, las piernas, etc. Se desarrolla el concepto de la línea media del cuerpo debido a la especialización de los hemisferios cerebrales provocado por la evolución del ser humano. La lateralidad es el resultado de la integración bilateral postural del cuerpo, a partir del año de vida aparece la lateralidad manual y se establece en todo el cuerpo a partir de los 4 o 5 años. (Da Fonseca, 1998).
  •  
  • Integración bilateral: es la sincronización de ambas partes del cuerpo de forma ordenada y simultánea, para poder realizar movimientos coordinados, lo cual será necesario para la motricidad gruesa y fina. La combinación de los movimientos del cuerpo con la visión va a mejorar la manera en que el bebé interpreta la información que le llega al cerebro (Rosas, 2019). Esto se debe al paso de información entre los dos hemisferios cerebrales.
  •  
  • Direccionalidad: es la habilidad para diferenciar las direcciones en el espacio y de situarse en él, además de poder situar los objetos en el espacio. Gracias a esta capacidad, se es capaz de diferenciar entre derecha e izquierda, arriba y (Merchan y Henao, 2011).

 

1.5.2. Visomotoras

 

Son las habilidades que permiten que una persona integre la percepción visual y la motricidad, de tal manera que pueda coordinar sus movimientos para realizar actividades de nuestro día a día; como puede ser pintar, escribir, vestirse, etc. (Albà y Barroso, 2019).

 

El procesamiento visual y el sistema motor se coordinan dando lugar al sistema visuomotor. La capacidad de integración visuomotora es la que permite la integración de percepción de forma con el sistema motor fino por los que podemos reproducir patrones visuales más complejos (Beery y Beery, 2006). Es lo que se conoce como coordinación ojo-mano.

  •  
  • Coordinación ojo-mano: Es en lo que se traducen las habilidades visuomotoras, y es la relación que existe entre la coordinación del ojo con el sistema La motricidad fina de la mano junto con un sistema oculomotor desarrollado, en el que los movimientos oculares funcionen de manera adecuada, es lo que va a permitir una coordinación ojo-mano precisa (Iglesias, 2000; Bilbao y Morte, 2019a)

 

1.5.3.  Análisis visual

 

El análisis visual permite discriminar y analizar los detalles o la imagen total de un objeto, extraer la información visual más importante y descartar la que no nos interesa, pudiendo recuperar información visual que se haya recibido en otro momento de la vida. Las dificultades que puede ocasionar un déficit en el análisis visual son problemas de lecto- escritura, de dibujo o pintura, de copia de patrones, de confusión en letras similares, etc. (Albà y Barroso, 2019).

 

El análisis visual tiene varios niveles:

  •  
  • Constancia de forma: permite relacionar objetos o imágenes, aunque varíe la forma, el tamaño, el color, la orientación,
  •  
  • Discriminación visual: es la capacidad de diferenciar las características principales entre dos objetos y poder encontrar similitudes y diferencias entre
  •  
  • Memoria visual: Permite recordar y reconocer una imagen presentada anteriormente (lugares, conceptos, ..)
  •  
  • Figura-fondo: ayuda a diferenciar qué es propio de un objeto y qué es propio del fondo, es decir, permite seleccionar lo que es importante cuando tenemos un conjunto de objetos, conceptos, etc.
  •  
  • Cierre visual: es la habilidad de poder entender cierta información sin ver la forma entera de lo que estamos viendo o sin tener todos los detalles de una imagen.

La mayor parte de la información que recibimos del entorno es mediante el sistema visual, de hecho, se considera que el 80% de los estímulos que recibimos entran a través del ojo.

 

Según la RAE, aprender se define como la obtención de conocimientos e información a través del estudio y la experiencia. Esto hará que adquiramos unos valores y actitudes que nos ayudarán a desenvolvernos en nuestro día a día y marcarán además nuestro carácter.

 

Según Winston Churchill (s.f.) (citado en Albá y Barroso, 2019) “Mirar es una cosa. Ver lo que se está mirando es otra. Entender lo que se ve, es aún otra. Llegar a aprender de lo que se entiende, es algo más. Pero llegar a actuar en base a lo que se ha aprendido, es todo lo que realmente importa”. Esto ayuda a entender que en el proceso de aprendizaje se involucran habilidades variadas como las sensoriales, motrices y del lenguaje, y que, si alguna de éstas falla o está afectada, puede suponer un problema para el correcto desempeño de cualquier actividad. Así que necesitamos que cada una de ellas funcione correctamente para que en conjunto permitan sentar las bases del pensamiento inteligente y eficiente. Con esta sincronización de habilidades, el niño, en un futuro; será capaz de comunicarse, escuchar, entender, leer, escribir, entender, etc.

 

Una de las etapas más importantes del proceso de aprendizaje es el de la lectoescritura, en el que se han de combinar varias habilidades de coordinación. En el proceso de lectura, los ojos se deben coordinar para realizar un seguimiento, y en el caso de existir alguna disfunción oculomotora, se pueden producir retrasos en ese proceso (Iglesias, 2000).  Por otro lado, la escritura requiere de la habilidad visomotora de coordinación ojo-mano, la cual va a permitir que, con la sincronización de ambos movimientos, se realice una escritura correcta y sin errores.

 

Las capacidades oculomotoras se desarrollan progresivamente hasta los 12 años, por lo que son responsables del progreso del niño en su etapa escolar (Bilbao y Morte, 2019b). Los movimientos oculares dependen de la sincronización de los músculos extraoculares, sin que existan restricciones ni movimientos bruscos para una correcta función del sistema visual. Estos movimientos se clasifican en monocular (ducciones) y en binocular (versiones)

 

1.7.1.  Monocular

 

Ducciones: son los movimientos que realiza el ojo de manera monocular para fijar un objeto, en función de la posición en la que mire se clasifican de la siguiente manera (Antona, Barra, González, Sánchez y Barrio, 2009):

  •  
  • Aducción: movimiento del ojo hacia la parte interior (nasal)
  •  
  • Abducción: movimiento del ojo hacia la parte externa (temporal)
  •  
  • Incicloducción: movimiento del ojo de torsión hacia dentro
  •  
  • Excicloducción: movimiento del ojo de torsión hacia fuera

 

Para diferenciar las posibles disfunciones y restricciones de los músculos extraoculares debemos conocer su posición (Imagen 1) y la función que realiza cada uno (Tabla 1). Al conocer estos movimientos, vamos a poder evaluar los extraoculares y examinar la oculomotricidad, y esto nos va ayudar a entender que músculo está afectado cuando existe una restricción y una parálisis o paresia.

Imagen 1. Posición de los músculos extraoculares. (Ojo derecho). Fuente: Antona et al., (2009)

 

Músculos

 

Acción principal

 

Acción secundaria

 

Acción terciaria

Recto medio (RM)

Aducción

  

Recto lateral (RL)

Abducción

  

Recto superior (RS)

Elevación

Incicloducción

Aducción

Recto inferior (RI)

Depresión

Excicloducción

Aducción

Oblicuo superior (OS)

Incicloducción

Depresión

Abducción

Oblicuo inferior (OI)

Excicloducción

Elevación

Abducción

Tabla 1. Funciones de los músculos extraoculares. Fuente: Elaboración propia.

 

1.7.2.  Binocular

 

Los movimientos binoculares los clasificamos en versiones y vergencias.

1.7.2.1. Versiones: Son movimientos en los que ambos ojos participan siguen la misma dirección y sentido, y según sea su posición las nombraremos de la siguiente forma (Imagen 2):

Imagen 2. Versiones en función de las posiciones diagnósticas de mirada. Fuente: Elaboración propia.

 

Las versiones según la velocidad del movimiento que realicen serán:

 

A) Sacádicos: Se trata de movimientos rápidos (saltos) donde los ojos se mueven paralelamente para mirar un objeto, ya sea en movimiento o alternando entre un objeto y otro. Son movimientos de hasta (hasta 700º/s) que se inician de manera rápida y desaceleran bruscamente (Argudo, 2020).

 

B)  Seguimientos: Son movimientos más suaves y más lentos (menor de 45º/s) y se realizan de forma sincronizada cuando se fija un objeto en movimiento. Los bebés son capaces de realizar seguimientos desde los 3 meses de forma monocular, pero no es hasta los 6 meses cuando realizan seguimientos de manera binocular, ya que es el momento en que existe una fijación estable (Bilbao y Morte, 2019b).

 

C) Fijación: La fijación ocurre cuando mantenemos la mirada en un objeto fijo para verlo de manera nítida sobre la fóvea. Se necesitan realizar pequeños movimientos de refijación mientras se realiza un movimiento sacádico. Tienen una duración de unos 200-250 msg.

 

1.7.2.2. Vergencias

 

Se trata de movimientos donde los dos ojos están en juego, siguiendo la misma dirección, pero en este caso en sentido contrario. Es la capacidad de los ojos de mantener los ejes visuales alineados consiguiendo fusionar, para mantener una imagen nítida tanto en visión lejana como en visión próxima. Podemos diferenciar entre vergencias horizontales y vergencias verticales.

  •  
  • Vergencias Horizontales: se producen para realizar la convergencia y la divergencia. En el caso de la convergencia, se ponen en juego las vergencias fusionales positivas (VFP) y se realiza el movimiento de aducción. En la divergencia se trabajan las reservas fusionales negativas (VFN) donde aparece el movimiento de abducción.
  •  
  • Vergencias Verticales: se denominan supravergencia e infravergencia. En la supravergencia uno de los dos ojos eleva en supraducción y el otro ojo se mantiene sin movimiento o se desplaza a infraducción. Las vergencias verticales se nombran con respecto al otro ojo, por lo que, si el ojo derecho realiza supravergencia, el ojo izquierdo realiza

 

El estrabólogo Maddox (1893), clasificó varios tipos de vergencias según el tipo de respuesta vergencial en función del estímulo:

  •  
  • Vergencia tónica: es la que se produce cuando no existen estímulos visuales gracias la tonicidad de los músculos extraoculares. Ante la existencia de inestabilidad del tono muscular, pueden aparecer forias.
  •  
  • Vergencia acomodativa: la convergencia y la acomodación se producen juntas de manera fisiológica, y junto con la miosis, forman la triada acomodativa, ya todas están inervadas por el III par craneal; de tal manera que, cuando hay un estímulo acomodativo, al acomodar se produce de manera refleja una convergencia asociada. Cuando se relaja, la acomodación se diverge.
  •  
  • Vergencia fusional: está inducida por la disparidad de fijación, y para evitar la visión doble, se ponen en juego las vergencias fusionales; lo cual se origina para compensar las forias, evitando un exceso o una insuficiencia en la vergencia.
  •  
  • Vergencia proximal: es la que se produce cuando se tiene conciencia de un objeto en visión próxima. El gateo permite focalizar la imagen a una distancia cercana de unos 30 centímetros, lo que va a permitir un desarrollo de la visión próxima que va a ayudar a los ojos a poder converger (convergencia proximal). (Cruz, 2019).

Para la evaluación de motilidad ocular, es necesario además conocer el estado refractivo del paciente. Esto es importante, debido a que ciertas anomalías o disfunciones van a mejorar o incluso solventarse simplemente con la corrección óptica correspondiente. La acomodación va a variar al realizar la corrección óptica y por tanto va a suponer cambios en las vergencias, ya que como hemos visto anteriormente, la acomodación y las vergencias están relacionadas.

 

Es importante tener en cuenta que algunos niños no prestan la suficiente atención a la hora de realizar las pruebas. Esto puede suponer que los resultados no sean del todo fiables, por lo que tendremos que intentar mejorar la capacidad de atención del paciente, cambiando el estímulo para hacerlo más interesante, cambiando el tamaño del objeto a fijar, disminuyendo la velocidad del proceso, etc.

 
1.8.1.  Test de DEM (Developmental Eye Movement)

 

Este test se utiliza tanto para conocer la precisión de los movimientos sacádicos de poca amplitud como para evaluar la existencia de problemas en la lectura.

 

Material: test de DEM (se compone de una tarjeta de prueba para comprobar que el niño conoce los números y de otras tres tarjetas para evaluar los sacádicos con diferentes dificultades) y cronómetro. (Ver Imagen 3)

 

Procedimiento: Se presenta primero el test de prueba que consta de 10 números. A continuación, se muestra la tarjeta con dos líneas verticales de números con cierta separación entre ellas (el test A). El paciente debe leer las columnas en vertical mientas se cronometra el tiempo que tarda en realizarlo, y a continuación, realiza el test B (idéntico al primero, pero con otros números diferentes). El test C consta de 80 números desordenados y, en este caso, el individuo deberá leerlos en horizontal, y anotaremos el tiempo. Se apuntarán los errores que comete (adición, omisión, sustitución, transposición). Debemos prestar atención a que no exista un movimiento de cabeza que acompañe el movimiento de los ojos. Con el tiempo obtenido en los 3 test y teniendo en cuenta los errores cometidos, se obtendrá la ratio a través de una fórmula, donde se ha de comprobar el dato obtenido en la normativa del test de DEM.

Imagen 3. Test de DEM. Fuente: Garzia, Richman, Nicholson y Gaines (1990)

 
1.8.2.  Evaluación de la amplitud de los sacádicos

 

Material: se necesitan dos objetos para mantener la fijación, como por ejemplo dos punteros, dos linternas puntuales e incluso, para niños más pequeños; se pueden utilizar dos cubos de LANG o dos muñecos.

 

Procedimiento: se colocan ambos punteros de frente al paciente a unos 40 cm de él, e iremos separando los punteros desde unos 10 cm a unos 70cm. Se evalúan primero los sacádicos de poca amplitud y, según se alejan los dos punteros, se irán evaluando los sacádicos de mayor amplitud, ya que empezaremos de menor a mayor dificultad. También se le cambiará la posición de manera vertical. El objetivo es que el paciente cambie la mirada de un puntero a otro cuando se le indique que realice el cambio, primero de manera monocular y después en binocular. Siempre tendremos que controlar la postura del paciente, y vigilar que mantenga la cabeza recta.

 
1.8.3.  Test King Devick (KD)

 

Este test consta de 3 pruebas y un pre-test que le servirá al paciente para entrenar antes de realizar los test en sí (Ver Imagen 4). En esencia, es similar al test de DEM, la diferencia es que el test KD sólo medirá los sacádicos en horizontal.

 

Procedimiento: el paciente debe leer los números de manera horizontal. Se cronometrará la prueba y apuntaremos el tiempo empleado en realizarla, así como los errores cometidos. La ventaja de este test es que la disposición de los números es muy similar a una lectura, y esta prueba nos dará una idea del ritmo del paciente en dicha tarea. Una vez que se tiene el resultado de la prueba, se compararán los datos obtenidos con la hoja de resultados según la edad del paciente.

Imagen 4. Test de KD para medir movimientos sacádicos. Fuente: King & Devick (1976)

 
1.8.4.  Test SPEC

 

Es uno de los test que más se utiliza en la práctica diaria, ya que es un test muy sencillo de realizar, es rápido y aporta mucha información. El material que se necesita es una luz puntual o bien un muñeco en caso de niños más pequeños, para poder llamar su atención.

 

El objetivo de este test es evaluar los seguimientos tanto versiones (si se realiza en binocular) como ducciones (en monocular). La evaluación de las ducciones no será necesaria en caso de que no observemos ninguna disfunción en las versiones. Colocamos la luz puntual a unos 40 cm del paciente, y éste tendrá que seguirla con la mirada sin mover la cabeza. Los movimientos que realizaremos serán en varias direcciones, tanto en vertical, como en horizontal y en oblicuo, para poner así en juego todos los músculos extraoculares y ver si existe alguna disfunción oculomotora.

 

Lo que se pretende saber es si los seguimientos son suaves, precisos, extensos y completos, de tal manera que, si no existe ninguna alteración, se anotará SPEC. Es importante fijarse si existe algún movimiento de cabeza asociado, si los movimientos son suaves, o si por el contrario van a saltos; si hay restricciones, precisión en los movimientos y si el individuo no se anticipa o se retrasa en el seguimiento del estímulo.

 

Existen también pruebas para la evaluación electrodiagnóstica. Son pruebas objetivas y precisas para la evaluación de la oculomotricidad. Los más utilizados son Ober- 2, Visagraph II o Readalyzer. Éstos miden las fijaciones, la velocidad de lectura y la comprensión y las regresiones. Las desventajas de estos tipos de test es que son más caros y requieren más tiempo para su aplicación.

Como ya se ha comentado previamente, las capacidades oculomotoras se van desarrollando desde la primera infancia hasta los 12 años aproximadamente; lo cual es muy relevante, ya que estas habilidades influyen en el proceso de lectura y de escritura, por lo que, si existiera alguna disfunción de este tipo, podría interferir en este proceso y suponer un retraso en el desarrollo escolar.

 

Ante todo, lo primero que debemos hacer es descartar que exista un problema oculomotor relacionado con una restricción, como puede ser una parálisis o paresia, -en la que los músculos extraoculares están afectados-; alguna disfunción cortical, nistagmo, enfermedades sistémicas, o incluso problemas de atención. Además, algunos medicamentos pueden tener efectos negativos, afectando a la velocidad y a la precisión de los movimientos oculares (Argudo, 2020).  En estos casos, la recomendación es remitir el paciente al profesional correspondiente, para poder tratar el problema de base.

 

Disfunción de sacádicos: los movimientos de fijación que se realizan de un objeto a otro son lentos y no se producen con precisión, teniendo que realizar refijaciones.

 

Disfunción de seguimientos: no se producen de una manera suave, aparecen movimientos microsacádicos y se pierde la fijación del estímulo durante el seguimiento provocado por refijaciones no controladas.

 

Disfunción de la fijación: no existe fijación o se produce durante muy poco tiempo.

 

 
1.9.1  Síntomas

 

Los síntomas producidos por disfunciones oculomotoras son (Fernández, 2020):

  •  
  • Poca capacidad de hacer tareas visuales de una manera eficaz y sin síntomas astenópicos.
  •  
  • Dificultad al seguir una lectura: se producen saltos de palabras o líneas (omisiones), hay dificultad para cambiar de una línea a otra. También se invierten palabras o letras.
  •  
  • La velocidad de lectura es lenta, se necesita ayuda del dedo para no perderse, además de necesitar leer en voz alta.
  •  
  • Mala coordinación de los movimientos, tanto en actividades en visión lejana como en visión próxima. Poca precisión en deportes, juegos de habilidad, etc.
  •  
  • Dificultad de concentración durante la lectura.
  •  
  • Dificultad para solucionar problemas matemáticos con columnas de números.
  •  
  • Problemas para copiar apuntes de la pizarra.
  •  
  • En ocasiones puede ocasionar diplopia.
  •  
  • Para disminuir los problemas oculomotores, se adoptan posturas de tortícolis con la cabeza.
  •  
  • Aparecen cefaleas y astenopía cuando se mantiene durante mucho tiempo tareas de cierto estrés visual, sobre todo en visión próxima.
 
1.9.2. Signos

 

Estos son los signos producidos por disfunciones oculomotoras (Fernández, 2020)

  •  
  • Los movimientos oculares son imprecisos, pierden la fijación al realizar seguimientos y sacádicos.
  •  
  • Durante las pruebas de motilidad ocular suele haber movimientos de cabeza asociados para seguir el estímulo.
  •  
  • Mala coordinación ojo-mano.
  •  
  • Malos resultados en el test de DEM.
  •  
  • Malos resultados en cualquier test que evalúe la motilidad ocular (Visagraph).
  •  
  • Refieren diplopia en una o varias posiciones de mirada, que tratan de disminuir o eliminar moviendo la cabeza en posturas anómalas.

Muchas de las alteraciones visuales tienen solución, simplemente corrigiendo la ametropía con la compensación óptica correspondiente, pero en el caso de ciertas disfunciones, -como es el caso de las oculomotoras-; es necesario recurrir a un programa de terapia visual para solucionar el problema y disminuir los síntomas que éste supone.

 

La terapia visual, también conocida como entrenamiento visual, es usada para definir paradigmas y regímenes específícos y secuenciales para la estimulación sensorial-motriz-perceptiva; que son usados para mejorar las capacidades visuales, tales como el control de los movimientos y coordinación ocular. (Ciuffreda, 2002).

 

Cada paciente es diferente con su correspondiente disfunción, por lo tanto, cada persona necesita un programa de terapia visual adaptado a sus necesidades y condiciones personales. En algunas ocasiones, las disfunciones oculomotoras vienen acompañadas de otros problemas de tipo acomodativo, e incluso binocular. En estos casos se tiene que decidir el orden en el que se van a realizar los ejercicios de terapia visual correspondientes, aunque en el caso de que exista una disfunción de tipo oculomotor, esto debe ser lo primero haya que tratar de mejorar. Hay que tener en cuenta que este tipo de disfunciones suelen retrasar alrededor de un mes el tiempo de recuperación en la terapia visual. Se van a dividir las fases de la terapia oculomotora en dos bloques:

 
1.10.1.  Terapia de seguimientos y fijaciones

 

El objetivo es normalizar los seguimientos, consiguiendo la norma SPEC (suaves, precisos, extensos y completos). Debemos comenzar la terapia de seguimientos teniendo en cuenta las dificultades del paciente, adaptando la velocidad y la amplitud. Primero comenzaremos con seguimientos cortos y lentos, e iremos aumentando la dificultad ampliando el recorrido de los sacádicos y la velocidad.

 
Cordón de Brock

 

Se trata de una cuerda con varias bolitas, que va a ayudar a entrenar los seguimientos y las fijaciones, y crear conciencia de la posición del ojo en el espacio. El paciente tiene que colocar la cuerda en la punta de la nariz y el optometrista sujetará el otro extremo de la cuerda a un metro, de tal manera que, mientras el paciente fija una de las bolitas en monocular, el optometrista irá realizando movimientos con el cordón en varias direcciones y realizando también rotaciones. Se pueden incluir varias bolitas e ir cambiando la fijación de unas a otras y además haciendo movimientos más amplios para aumentar la dificultad.

 
Pelota de Marsden

 

La pelota de Marsden tiene varias utilidades, de ahí a que se recurra a ella en varias fases de la terapia visual, tanto para mejorar las disfunciones oculomotoras (seguimientos), como para entrenar la agudeza visual dinámica, la capacidad acomodativa y para tener control ocular y mejorar la visión periférica.

 

Se trata de una pelota con varias letras. Se puede utilizar un oclusor para trabajar en monocular. El paciente debe seguir el movimiento de la pelota sólo con los ojos. La posición del paciente variará en función del grado de dificultad que tenga, cuanto mayor soporte motor haya (tumbado, sentado, etc.) más fácil le resultará la actividad, ya que moverá menos la cabeza. Una vez que se haya trabajado de forma monocular, pasaremos a binocular. Hay muchas variantes en cuanto a la dirección y movimiento de la pelota. Progresivamente, se irán introduciendo otras direcciones y rotaciones. Podemos aumentar la dificultad haciéndole varias preguntas sobre él (¿qué edad tienes?, ¿tienes hermanos?), así estaremos introduciendo demandas cognitivas.

 
Seguimientos con luz puntual

 

Con esta actividad, además de mejorar los seguimientos, se mejorará el control ocular y la coordinación ojo-mano. El material que se necesita son varias luces puntuales de varios colores (blanca, roja y verde) que se pueden usar con gafa anaglifa para entrenar la supresión cuando se trabaje en binocular. El optometrista va a realizar movimientos con la linterna blanca sobre la pared; y el paciente, también con linterna blanca y en monocular, seguirá los movimientos que realiza el optometrista. Hay que tener cuidado de que éste siga la linterna sin mover la cabeza. Se puede incrementar la dificultad aumentando la velocidad y la amplitud, y añadiendo demandas cognitivas. Una vez alcanzado un buen nivel en monocular, pasaremos a binocular; donde se trabajará la integración binocular y bilateral. Otra variante del ejercicio es poner el objeto de fijación a 40 cm, y realizar movimientos como si estuviéramos evaluando seguimientos con la prueba de SPEC.

 
Seguimientos de Ann Arbor

 

Se trata de un cuaderno con un texto con el que vamos a entrenar los seguimientos, la figura-fondo y la atención mediante los movimientos de rastreo de los ojos. El objetivo de esta prueba es ir redondeando las letras o los números en el texto, según la secuencia que venga indicada. Primero, se realiza en monocular; y, una vez superado ese nivel; pasaremos a binocular. Es necesario apuntar siempre el tiempo y los errores.

 
Laberintos

 

Como en el resto de ejercicios se entrenarán los seguimientos, y, además, la agudeza visual dinámica, la acomodación y el control ocular. Podemos trabajar con diferentes plantillas de laberintos. El objetivo es rastrear la salida del laberinto (cuanto más tortuoso sea, mayor dificultad). Utilizaremos un cronómetro para evaluar el tiempo que tarda. Con lentes negativas, aumentaremos la dificultad del ejercicio. También se pueden usar para este fin libros como “Buscar a Wally” y pasatiempos, como la sopa de letras.

 
1.10.2. Terapia de sacádicos y fijaciones

 

El entrenamiento de los sacádicos consiste en disminuir las refijaciones y mejorar la amplitud de los sacádicos. Primero, empezaremos con sacádicos más amplios y después añadiremos dificultad disminuyendo la distancia entre los dos objetos de fijación.

 
Cambio de fijación

 

En este ejercicio se pretende mejorar los sacádicos, el control ocular y la coordinación ojo-mano. Se necesitan dos objetos para mantener la fijación. Podemos usar dos linternas (en caso de usar de color rojo-verde para el entrenamiento binocular, añadiremos gafa anaglifa para controlar la supresión). El ejercicio es el mismo que en el caso de seguimientos con luz puntual, pero en este caso, el optometrista moverá la linterna puntual a saltos y el paciente tendrá que situar su luz puntual encima de la del optometrista. Primero, se efectuará el ejercicio con movimientos amplios, y cada vez se irá reduciendo la distancia entre ellos. En el nivel binocular, trabajaremos también la integración binocular y bilateral.

 
Cartas de Hart

 

Las cartas de Hart son uno de los ejercicios más completos debido a su versatilidad, ya que con ellas se pueden realizar muchas variantes y entrenar varias disfunciones a la vez. Con esta actividad entrenaremos los movimientos sacádicos, la visión periférica, la fijación y el rastreo.

 

Podemos empezar con cartas de Hart más grandes y aumentar la dificultad disminuyendo el tamaño de éstas. Comenzaremos con dos columnas separadas de letras y de manera monocular, a una distancia que el paciente sea capaz de distinguirlas. Éste debe ir leyendo de una columna a otra, de izquierda a derecha y a un ritmo marcado por un metrónomo. El optometrista podrá ir cambiándole el orden e indicándole una secuencia para que el paciente lea. Cuanto más cerca de las cartas, más amplios serán los sacádicos y más fácil resultará. Para aumentar la dificultad se pueden añadir más filas, disminuir el apoyo motor, aumentar la demanda cognitiva, cambiar la velocidad del ejercicio, etc.

 
Doble cordón de Brock

 

Se utiliza para entrenar los sacádicos, mejorar la visión periférica o las fijaciones. Con él, se ayudará al paciente a que cree conciencia de sus propios movimientos oculares. En este ejercicio se necesitan dos cordones de Brock y un oclusor o parche. El paciente tiene que colocar las dos puntas de la cuerda en la punta de su nariz. Los otros dos extremos estarán sujetos de tal manera que la cuerda quede tensa. El paciente tiene que mirar de una bola a otra de la cuerda. Se puede marcar que siga una secuencia de colores e incluir un metrónomo para marcar el ritmo de la prueba.

 

Otra manera de entrenar los sacádicos con las Cartas de Hart es utilizándolas sin recortarlas, usando sólo una, o incluyendo varias. En realidad, la dinámica de este ejercicio es la misma del anterior, sólo que, al haber mayor número de letras, se necesitará mayor precisión en los sacádicos y requerirá un mayor rastreo. Para aumentar la dificultad se procederá de la misma manera que en el ejercicio anterior. Se puede trabajar tanto en visión lejana como en visión próxima. Podemos utilizar barras de filtros rojo-verde con gafa anaglifa cuando trabajemos en binocular para el control antisupresivo.

2.  HIPÓTESIS Y OBJETIVOS

 

En vista de la situación actual, la ausencia de gateo en los bebés podría suponer un problema a la hora del desarrollo oculomotor de la coordinación ojo-mano, que podría tener efectos en el futuro rendimiento visual y, por tanto, académico.

 

Por lo cual, el objetivo de este trabajo es conocer, a través de una revisión bibliográfica, cuáles son los resultados en el sistema oculomotor de la presencia o ausencia de gateo, y la manera en que puede afectar en un futuro, al desarrollo escolar y a sus habilidades lecto-escritoras.

 

Este estudio nos permite plantear la hipótesis de si la ausencia de gateo supone un problema para el desarrollo oculomotor y para la coordinación ojo-mano.

 

 

3.  MATERIAL Y MÉTODOS

 

Para la elaboración de este trabajo se ha realizado una revisión bibliográfica. Los motores de búsqueda para este fin han sido Google Scholar, Pubmed, Scielo y Dialnet. Para realizar la búsqueda a través de estas plataformas se utilizaron las palabras: gateo, desarrollo oculomotor, psicomotricidad, cognición, percepción, terapia visual, sistema visual, sentidos, aprendizaje y lectura.

 

En cuanto a la selección de los artículos, de los 21 seleccionados inicialmente, y después de leer los resúmenes, se han seleccionado 10 de ellos. Los 11 restantes fueron descartados por no reunir las características necesarias para esta revisión bibliográfica. Los criterios de inclusión para la selección de artículos y tesis han sido aquellos en los que se evaluaba la psicomotricidad y habilidades relacionadas con la percepción. Se han excluido los artículos que utilizaban el método de estimulación temprana para mejorar las habilidades motoras y de percepción. Para el análisis de los resultados, se ha dividido la información en dos partes: por un lado, cómo afecta el gateo en el desarrollo psicomotor y, por otro; como afecta éste a la percepción.

 

Según un estudio realizado por Vallejo (2010), en el que evalúa varias capacidades visuales, entre ellas la oculomotricidad; concluye que una mala oculomotricidad influye en la velocidad de lectura y que niños en cursos inferiores tienen peores resultados de oculomotricidad.

 

De Ávila y Castro (2005) tratan de encontrar una relación entre el uso de andadores y el retraso del inicio de la marcha, en el que concluyen que los bebés que usaron andador, aprendieron a andar más tarde que los que no lo usaron y pasaron por la etapa de gateo. Por otro lado, Velastegui (2018) también analiza el uso de andadores con las deficiencias motoras con respecto a niños que no lo usaron. De tal manera, concluye que el uso del andador afecta en el desarrollo motor del niño.

 

Tisalema (2014) realizó un estudio en el que compara niños prematuros que gatean y otros que no, en el cual concluye que los niños prematuros que gatean, acaban alcanzando un desarrollo psicomotor normal. Por otra parte, concluye que otra de las habilidades que mejora con el gateo es la coordinación ojo-mano, donde los niños son capaces de calcular mejor las distancias y mejoran la capacidad de enfocar objetos próximos.

 

En el estudio realizado por Velarde (2018), y utilizando el test de percepción visual de Frostig para evaluar la coordinación ojo-mano, se concluye que los niños que gatean tienen más desarrollada la coordinación ojo-mano con respecto a los niños que no gatean; aunque no existen diferencias a nivel motor ni fino, ni grueso.

 

Cruz (2019) evalúa en su estudio las habilidades sensoriomotoras en niños de 5 y 8 años en función de si han gateado previamente, en el que no encuentra anomalías en los niños que no pasaron por esa etapa. Sin embargo, mide otros parámetros como la agudeza visual, la estereopsis y el punto próximo de convergencia, los cuales sí se ven afectados en los niños que no han gateado. La agudeza visual está disminuida en esos niños al igual que la estereopsis, y, además; el punto próximo de convergencia está más alejado que en los niños que gatearon.

 

Vicuña (2015) aporta que el 70% de los niños pasaron por la etapa del gateo, y muestra como éstos tenían más seguridad y coordinación, y en general, movimientos más controlados que el 30% restante que no gateó. Además, compara la lateralidad entre ambos grupos, y aunque en ambos la lateralidad auditiva y manual era similar, la referente a la ocular y podal tenía peores resultados en el grupo de niños que no gatearon, los cuales tenían una orientación espacial (direccionalidad) confusa.

 

Goldfield (1989) analizó a 15 niños desde incluso antes de la etapa de gateo para conocer el control postural y concluye que el gateo mejora la lateralización y la integración bilateral.

 

Morales y Rincón (2016), realizaron un estudio con una muestra de 50 niños entre 5 y 6 años evaluando la psicomotricidad y el gateo, en el que se concluye que los niños que pasan por la fase del gateo tienen mejor psicomotricidad que los niños que no gatean, además de que éstos también presentan mayor confianza en sus movimientos, mejor coordinación ojo-mano, mejores capacidades en la lectura y escritura, y mayor capacidad de atención. Por otro lado, no se encontraron diferencias a nivel de cierre visual.

 

Cando (2001) compara la ubicación espacial entre niños que gatean y los que no, y concluye que éste ayuda a conectar los hemisferios cerebrales, a la integración bilateral, y a establecer la futura lateralización; además de fortalecer la musculatura de sus extremidades.

El gateo es una de las primeras experiencias de bebé a nivel de motricidad gruesa, lo que le va a permitir moverse para alcanzar sus objetivos. En los estudios de Tisalema (2014), Morales y Rincón (2016) y Velastegui (2018) se concluye que el gateo afecta de manera positiva en la psicomotricidad. Por otro lado, Velarde (2018) y Cruz (2019) no encuentran anomalías a nivel motor en los casos en los que los niños no han pasado por la etapa del gateo. Si bien no podemos evidenciar que el sistema motor se vea afectado, sí que podemos deducir que el gateo mejora las capacidades motoras. Además, el hecho de no pasar por la etapa de gateo y sustituirlo por andadores, retrasa la edad en la que el bebé comienza a andar, como reflejan en su estudio Velastegui (2018) y De Ávila y Castro (2005).

 

Además, durante el gateo se ponen en juego otras habilidades perceptuales como la lateralización (Goldfield, 1989; Cando, 2001) y la integración bilateral (Goldfield, 1989; Cando, 2001; y Vicuña, 2015). Estas capacidades son las que van a permitir en un futuro una correcta motricidad gruesa y fina. A su vez, estos movimientos y la visión son determinantes para que el bebé interprete la información que llega al cerebro de una manera más eficaz.

 

La coordinación ojo-mano relaciona el sistema motor con el sistema visual, y ambos tienen que sincronizarse para poder coger objetos, algo que durante el gateo se ve beneficiado como concluyen en los estudios de Tisalema (2014), Velarde (2018) y Morales y Rincón (2016). Como se ha explicado en la primera parte de este trabajo, la coordinación ojo-mano es la responsable de las capacidades de lecto-escritura del niño en su etapa escolar; por lo que, cuando mejor sea la coordinación ojo-mano, mejor rendimiento escolar tendrá. Otra de las responsables en la escritura son los movimientos oculomotores; y, tal y como concluye Vallejo (2010), si existe una disfunción de éstas, las habilidades de lecto-escritura también estarán afectadas.

 

También hay otras variables que mejoran durante la etapa del gateo, como la agudeza visual, la estereopsis y el punto próximo de convergencia, las cuales estudia Cruz (2019), todas ellas importantes en el correcto funcionamiento del sistema visual. Cada uno de ellos va a afectar de alguna manera las capacidades del niño en su vida diaria. La convergencia, además, está ligada a la lectura, y si el punto próximo de convergencia está alejado, las tareas que se realicen en cerca van a requerir un esfuerzo visual mayor; e incluso puede generar una sintomatología durante un esfuerzo prolongado en visión próxima.

6. CONCLUSIÓN

 

Por medio de esta revisión bibliográfica, se ha podido evidenciar que no existe información en cuanto a si el gateo influye de manera positiva o negativa en la oculomotricidad de manera directa, ya que los movimientos oculares no se analizan en ninguno de ellos.

 

Además, se puede concluir que el gateo ayuda a mejorar las capacidades motrices, y por consecuente la coordinación ojo-mano del niño, ya que permite desarrollar con mayor precisión los movimientos oculares y las habilidades motrices. Por otro lado, el hecho conseguir una mejor coordinación ojo-mano, va a suponer que durante la etapa lectiva tendrán mejores resultados, dado que va a permitir un mayor rendimiento durante la lecto-escritura. Otra de las características que influyen en la lecto-escritura y que también se ve beneficiada durante la conducta del gateo es la convergencia visual.

 

Si relacionamos todo lo mencionado en el marco teórico de este trabajo, podríamos deducir que, en cierta medida, los movimientos oculomotores pueden tener una calidad mayor en los niños que pasan por la etapa de gateo; debido a que, al gatear, se realizan movimientos de rastreo para buscar objetos; y los ojos tienen que coordinarse con la mano para alcanzar o coger objetos.

 

En cuanto a la terapia visual, supone un tratamiento perfecto para corregir las disfunciones oculomotoras, y disminuir los síntomas que éstas producen, además de mejorar otras capacidades que están involucradas durante el aprendizaje escolar.

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